Un empresario que sueña con reinventar el mundo gracias a la generalización de la inteligencia artificial (IA).
Sam Altman es de los que creen que el desarrollo de la tecnología y la inteligencia artificial resolverán todos los problemas de la humanidad. Con ChatGPT, su robot conversacional, Dall-e, su generador de imágenes, y Vall-e, su sintetizador de voz, este inversor estadounidense de 37 años pretende ser el motor de esta revolución tecnológica y social. Una revolución sin precedentes, según él.
«Estamos intentando construir una inteligencia que sea más poderosa que la inteligencia humana. Intentamos utilizarla para resolver los problemas a los que se enfrenta el mundo. Si lo conseguimos, creo que será la transformación tecnológica más importante de la historia de la humanidad. Creo que eclipsará la revolución agrícola, la revolución industrial y la revolución de Internet, todas juntas», dijo hace tres años durante un intercambio con el inversor Vinod Khosla.
Sam Altman acaba de sentar las bases de esta búsqueda con el reciente lanzamiento de ChatGPT. Un servicio que no es revolucionario, pero sí innovador en su planteamiento, según Stéphane Nachez, director de publicación de la revista Actu IA: «El gran acierto de Sam Altman ha sido proponer una combinación de tecnologías existentes en forma de un producto llave en mano, utilizable por el gran público, en el que éste ve por fin el interés de la IA y que le permitirá desarrollarse muy rápidamente en los próximos años».
Figura de la Silicon Valley
El éxito de ChatGPT ha colocado a este nativo de Chicago en el punto de mira internacional. Aunque Altman ya lleva varios años jugando en la gran liga. El joven empresario es un producto puro de la Silicon Valley. Su carrera empezó en la prestigiosa Universidad de Stanford, cuna de las élites tecnológicas, donde aprendió informática. Pero a los 19 años, en 2005, interrumpió sus estudios para cofundar Loopt. Una aplicación móvil que permite a sus usuarios compartir su ubicación en directo.
Loopt se convirtió rápidamente en un éxito y cuenta con varios millones de usuarios. Pero Sam Altman soñaba aún más grande. En 2011, vendió su primer proyecto a un alto precio y se unió a Y Combinator, una incubadora de startups muy valorada en la Silicon Valley.
Genial inversor
Airbnb, Reddit, Stripe o Pinterest… Sam Altman tenía olfato para las inversiones jugosas y ganó notoriedad rápidamente. Además de su trabajo como cazatalentos de startups, en 2015 decidió dedicarse a la inteligencia artificial. Fue entonces cuando cofundó OpenAI, con varios socios, entre ellos un tal Elon Musk. Aunque los dos amigos comparten la misma visión de la tecnología, políticamente no están en la misma línea.
A diferencia del jefe de Twitter, Sam Altman siempre ha dicho que era cercano al Partido Demócrata. En particular, aboga por una renta universal financiada con los beneficios generados por la inteligencia artificial. E incluso en lo que respecta a sus personalidades, es importante distinguirlos, afirma Stéphane Nachez: «Es menos caprichoso y menos polémico que Elon Musk. Esto significa que, por el momento, no está sujeto a ningún arrebato o mal rollo».
Sin embargo, esto no impide que su empresa esté en el centro de las críticas. Una reciente investigación de la revista Time reveló que OpenAI utilizaba trabajadores kenianos, a los que se pagaba menos de dos dólares la hora. Una mancha en la imagen del hombre que se presenta como el caballero blanco de la inteligencia artificial ética y responsable.
Nota: RFI (c)