Por Jorge Villavicencio, para Radio Cardinal.
Cada fin de semana, Miramar de Ansenuza, el Mar de Córdoba, se convierte en el epicentro de miles de visitantes que llegan a disfrutar de sus bellezas naturales. Sin embargo, al finalizar cada jornada, las playas y espacios públicos se transforman en escenarios de un problema creciente: la basura esparcida fuera de los cestos habilitados.

El panorama es desalentador. Botellas, envases descartables, servilletas, cucharitas de helado, paquetes y colillas de cigarrillos y restos de comida quedan abandonados sobre las playas y los bancos de la Avenida Costanera. Lo más preocupante es que esta suciedad se encuentra a menudo a escasos metros de los numerosos cestos de basura distribuidos estratégicamente en el lugar. De acuerdo con declaraciones de los empleados municipales encargados de la limpieza, cada sábado o domingo recogen hasta 40 bolsas de residuos de grandes dimensiones, llenas de desperdicios dejados por los turistas.

El impacto de esta conducta negligente trasciende lo estético. Miramar de Ansenuza es parte de un ecosistema singular y frágil, recientemente reconocido como Parque Nacional Ansenuza. Esta designación no solo subraya su valor ambiental, sino también la necesidad de garantizar su preservación frente al aumento del turismo. Sin embargo, la llegada masiva de visitantes también ha traído consigo un triste recordatorio de nuestras carencias: la falta de educación ambiental efectiva.
Nos preguntamos dónde han quedado los recursos y las políticas educativas de las últimas dos décadas. Las instituciones educativas han destinado tiempo y energía a implementar programas que, al parecer, han priorizado debates sobre lenguaje inclusivo y cuestiones de género, pero que al parecer, han dejado de lado aspectos fundamentales como la conciencia ecológica y el cuidado de los espacios compartidos. Esta omisión resulta evidente en el comportamiento de muchos turistas que, lejos de actuar con responsabilidad, perpetúan hábitos perjudiciales para el ambiente.

El problema requiere una solución inmediata y sostenida. En primer lugar, es crucial reforzar las campañas de educación ambiental, tanto en el ámbito escolar como a través de iniciativas comunitarias. Estas campañas deben enfatizar no solo la importancia de disponer correctamente de los residuos, sino también las consecuencias ecológicas de no hacerlo. En paralelo, se podría considerar la implementación de multas y sanciones para quienes incumplan las normativas de limpieza.
Finalmente, como sociedad, debemos reflexionar sobre el modelo de turismo que deseamos promover. Si no logramos que los visitantes comprendan la relevancia de proteger este ecosistema único, no solo estamos comprometiendo el presente, sino también el futuro de una de las maravillas naturales más preciadas de Córdoba.
Miramar de Ansenuza merece ser disfrutado, pero también respetado. Es hora de actuar para que el turismo sea una fuente de enriquecimiento y no una amenaza para este valioso entorno natural.